Un 30 de octubre, pero de 1983, volvió la democracia a la República Argentina. Ese día se celebraron las primeras elecciones después de siete años de dictadura cívico-militar, en las que fue electo Raúl Ricardo Alfonsín como presidente de la Nación. Marcaron un hito no sólo por el regreso de la democracia a la vida política argentina sino porque desde ese momento no hubo más interrupciones a la vida institucional: por primera vez en la historia, nuestro país celebra treinta años de continuidad democrática.
Su discurso estuvo centrado en la defensa del Estado de Derecho y la importancia de respetar la Constitución Nacional; por eso, uno de sus latiguillos de campaña fue citar el preámbulo de la Carta Magna. Refundar la vida democrática argentina sobre un nuevo pacto social: esa era su idea-fuerza. “El pueblo unido, sin distinciones entre peronistas y antiperonistas, radicales o antirradicales, hará su tarea para defender los derechos de todos”, gritó ante una ovación.
La fórmula Alfonsín-Martínez obtuvo 7.724.559 de votos, el 51,75% del padrón electoral. Su contrincante, el peronista Ítalo Luder, apenas alcanzó el 40% con 5 millones de sufragios.
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Durante la primera de las presidencias de los 25 años de democracia, se produjeron un conjunto de sucesos que primordialmente remiten a las expectativas depositadas por las mayorías en la recuperada democracia, a la vez que reflejan las dificultades para que muchas de sus promesas llegaran a cumplirse. Desde la multitudinaria y festiva asunción del presidente elegido el 30 de octubre del 83, hasta las horas críticas y la desilusión de Semana Santa -pero pasando también por el juicio a las Juntas, el protagonismo del movimiento de derechos humanos, los paros y las movilizaciones de la CGT y la explosión del denominado rock nacional-, quizá uno de los rasgos más distintivos de estos años haya sido el de la participación popular entusiasta en una vida pública que apenas unos años atrás parecía exánime.
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