jueves, 10 de octubre de 2013

Jockey Club

A partir de 1880, la República Argentina acometió su definitiva organización como nación bajo la guía del lema paz y administración, que caracterizó la primera presidencia del General Julio A. Roca (1880-1886).
Ante los hombres que formaban la clase dirigente del país -los hombres de la célebre Generación del Ochenta- se abrió entonces un campo propicio para las realizaciones institucionales. Mucho era, por cierto, lo que había por hacer en el ámbito administrativo oficial, pero también mucho lo que podía y debía hacerse en la esfera privada, tanto desde el punto de vista social como cultural.
El Jockey Club de Buenos Aires, fundado el 15 de abril de 1882, surgió precisamente de ese contexto de euforia creativa. Su impulsor más decidido y primer presidente fue el Dr. Carlos Pellegrini, secundado en la empresa por un entusiasta conjunto de caballeros representativos de la actividad política y económica del país. La idea que los animaba era la de dar origen en nuestro medio a una entidad capaz de organizar y regir la actividad turfística nacional, hasta entonces fruto de emprendimientos dispersos y poco redituables, pero que al mismo tiempo fuera un centro social de primer orden, similar a los mejores clubes europeos que todos ellos habían conocido durante sus viajes por Francia e Inglaterra. Ambas premisas quedaron enunciadas claramente en el artículo primero del Estatuto de la institución, que expresaba que el Jockey Club sería un centro social, pero también una asociación que propendería al mejoramiento de la raza caballar.

Logo del JOCKEY CLUB de Rio Cuarto.
En cuanto a la vida social de la institución, durante sus primeros años las actividades se desenvolvieron en distintas residencias alquiladas, todas ellas ubicadas en la zona céntrica de la ciudad, pero una nómina societaria en constante aumento pronto aconsejó la edificación de una sede propia, que estuviera en un todo de acuerdo con la creciente jerarquía que el Club había alcanzado en su etapa germinal. Un paso capital al respecto se tomó en 1888, cuando se adquirió un predio en la calle Florida entre Lavalle y Tucumán, ubicación inmejorable del Buenos Aires finisecular. Después de llamar a concurso de proyectos, las autoridades del Jockey resolvieron la inmediata iniciación de las obras, según planos del arquitecto austríaco Manuel Turner. Durante el proceso constructivo, que se extendió por nueve años, el programa original fue completamente modificado, firmando la obra definitiva el ingeniero argentino Emilio Agrelo.
Una soberbia fachada sobre Florida, impactante recepción y escenográfica escalera; suntuosos salones, vasta sala de armas y acogedor comedor; sus elegantes características contribuyeron para que, desde el momento mismo de su inauguración, el 30 de septiembre de 1897, el palacio del Jockey Club se transformara en el centro predilecto de la actividad social más encumbrada de la ciudad. En su moblaje y adorno tuvo mucho que ver Carlos Pellegrini, quien se ocupó personalmente del arreglo definitivo de la casa hasta en sus mínimos detalles, contando para ello con la colaboración de Miguel Cané, que desde París, donde cumplía funciones como ministro de nuestro país, remitió los lujosos cortinados, las espesas alfombras, las panoplias, las arañas de finísimo cristal e incluso los faroles para el frente del edificio.

Con el correr del tiempo la casa sufrió diversas modificaciones. Ante todo se adquirieron varios solares vecinos, posibilitando la ampliación de las instalaciones y la construcción de un edificio anexo para las oficinas administrativas. Sucesivas reformas, llevadas a cabo en 1909 y en 1921, permitieron adaptar los salones a los cambios producidos en las modas y en el gusto, a la vez que, con asesoramiento especializado, se formó una valiosa colección artística, en la que se destacaban pinturas firmadas por Louis Michel Van Loo, Goya, Bouguereau, Corot, Monet, Sorolla, Anglada Camarasa, Fantin-Latour, Carrière y Favretto. Junto a las de los artistas extranjeros también lucían numerosas telas de maestros argentinos como Sívori, Gramajo Gutiérrez, Bermúdez, Quinquela Martín, López Naguil, Fader, Cordiviola y Aquiles Badi, formando el conjunto una verdadera galería de arte, que algunos socios del Club no vacilaban en considerar como "nuestro pequeño museo".

Por el lujo de sus salones, por su magnífica biblioteca permanentemente enriquecida y por el prestigio de su colección artística, el palacio del Jockey Club fue ambiente privilegiado para aristocráticas recepciones, y en él también se acostumbraba agasajar a los visitantes ilustres que arribaban a Buenos Aires. La nómina de quienes ingresaron por su pórtico de honor entre 1897 y 1953 incluye presidentes extranjeros como Campos Salles del Brasil y Pedro Montt de Chile, y miembros de la realeza europea, como la Infanta Isabel de Borbón, el príncipe Enrique de Prusia, el Duque de los Abruzzos y el Príncipe de Gales (más tarde Eduardo VIII), pero también hombres representativos de la vida política y cultural internacional, como Georges Clemenceau, Teodoro Roosevelt, Guillermo Marconi, Anatole France y Santos Dumont.


Los hipódromos de Palermo y San Isidro y el Campo de Deportes.
En lo que respecta al papel rector que se deseaba asumir desde el punto de vista hípico, ya en 1883 el Club tomó a su cargo la administración del Hipódromo Argentino, que existía desde mayo de 1876, implantando un nuevo reglamento de carreras que pronto tuvo validez en todo el territorio nacional. La creación del Stud Book (registro genealógico de los animales de sangre pura de carrera introducidos o nacidos en el país) completó la serie de importantes medidas iniciales que, muy pronto, comenzaron a dar promisorios frutos.

Hacia 1907 el Club encaró completas reformas en el hipódromo, que estuvieron a cargo del arquitecto Louis Fauré Dujarric. Las nuevas instalaciones fueron inauguradas en 1909, adquiriendo entonces el circo palermitano el aspecto elegante que aún hoy presenta, a excepción de ligeras modificaciones producidas con el correr del tiempo. Su renovada apariencia se lució en las carreras especiales que se dispusieron para celebrar el Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, oportunidad en la cual el Jockey Club desplegó un nutrido programa de premios de relieve internacional.


Sede del Jockey Club en Rio Cuarto.
Pero el gran emprendimiento hípico encarado por el Jockey Club consistió en la construcción de un nuevo y moderno hipódromo en San Isidro, al norte de la capital. Con ese fin se adquirió una extensa fracción de tierras -aproximadamente 316 hectáreas-, operación que quedó formalizada el 5 de abril de 1926. Construido de acuerdo con los conceptos más modernos en la materia y dotado de soberbias pistas con un recorrido oval de 2.738 metros, el Hipódromo de San Isidro fue inaugurado el 8 de diciembre de 1935. Pistas de entrenamiento, boxes y un hospital veterinario completaron con el tiempo las instalaciones a las que rodean magníficos parques.



COMISIÓN DIRECTIVA

PRESIDENTE
Enrique Olivera

SECRETARIO GENERAL
Jorge N. Labanca

TESORERO
Eduardo Norberto Cermesoni

Fuente

MI OPINIÓN:
Mi opinión con respecto a este ultimo post es que junto a la Sociedad Rural Argentina, el Jockey Club son grandes instituciones que han perdurado en el tiempo y seguramente lo seguirán haciendo ya que cuentan con el apoyo de gran cantidad de socios y personas en general que apuestan por su desarrollo. A lo largo de la historia muchas personas y gobiernos "populares" han postulado o mejor dicho denunciado que ambas instituciones participaron de los golpes de estado que destituyeron su "estado de bienestar" en los cuales habían logrado abundantes "conquistas sociales", se dice que dichas instituciones fueron participes por que eran integradas por las personas de las clases altas, lo cual es obvio ya que ambas instituciones fueron fundadas para velar por los derechos de los sectores mas importantes de la sociedad argentina.
En cuanto al Jockey Club de Río Cuarto, una anécdota importante es que anteriormente en el edificio donde se encuentra actualmente la institución, funcionaba el Club Social, donde se reunían las clases altas de Río Cuarto y zona, como Julio A. Roca, Wenceslao Tejerina, Alejandro Roca, Ambrosio Olmos, entre otros, a discutir seguramente de política y economía de la época, aunque para algunos eran muy importante dichas reuniones ya que los padres trataban de hacer casar a sus hijas con ricos terratenientes o militares que estaban de paso por aquí. 




















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